martes, 3 de noviembre de 2009

UNA ESCRITURA QUE EMPRENDE VUELO

Este es el segundo año que Delfina, de 12 años, asiste al taller y su último trabajo pone en escena las dificultades que como escritora ha atravesado y tenido que superar durante este tiempo, que no son otras que las que experimentan todos los escritores. Es importante señalar que Delfina empieza a escribir el cuento en su casa, por su iniciativa, sin que hubiera ninguna propuesta motivadora, lo que demuestra la autonomía que adquirió su escritura y como va descubriendo sus propios temas.

La protagonista comienza sintiendo la parálisis frente a la página en blanco: desea decir algo, pero todavía no puede identificar eso que anda dando vueltas en su interior, pugnando por ser dicho. Entonces inicia su búsqueda: sale a caminar, a observar a su alrededor, a intentar darle sentido a lo que ve. De pronto se siente "inspirada" y corre a escribir. Pero al día siguiente se da cuenta que con la inspiración - que en realidad es su particular punto de vista sobre lo que observa- no alcanza, que debe continuar trabajando: definir su asunto y elaborar más su técnica y estilo. Al fin lo consigue y cuando lo logra, Delfina nos transmite algo maravilloso: su convicción de que la palabra escrita es capaz de transformar la realidad. Por eso, cuando leen su cuento algunas personas cambian y sus rostros abandonan la expresión de amargura.
Pero no solo eso, Delfina también nos dice que la escritura produce más escritura, que un texto se reproduce en otros textos, como sus admiradoras que escriben el blog "Las amargaditas"

El siguiente es el cuento de Delfina:

¡¡No a los amargados!!
                                                            
                                                                                                                               por Delfina Bernetti


Me levanté, hice un té y me senté frente a la computadora con la idea de escribir... terminé el té, preparé otro. La página seguía en blanco: no se me ocurría nada.



Me abrigué y salí a caminar, tal vez me surgiera alguna idea... caminé como una hora. Mirando la ciudad, tan sucia como siempre, pensar que todo es por culpa nuestra... los autos con tanta brutalidad, sin respetar nada y la gente tan apurada... como si se fuera a acabar el mundo...
Ahí fue cuando se me ocurrió: mi próximo relato se trataría de eso....

Corrí a casa para que las ideas no se escaparan. Llegué y me puse a escribir: fue todo tan rápido... esa vez sí que la inspiración y las ideas me habían tocado... lo terminé... y fui a dormir, ya era tarde y estaba muy cansada...

Esa noche soñé con mi cuento... Después descubrí que no tenía sentido, que había sido todo tan rápido que lo que en realidad había sucedido era que la felicidad de la inspiración me había ganado... Traté de concentrarme, de verdad quería cambiarlo, hacer de ese horrible cuento una verdadera historia.

Sabía que lo que había fallado era la historia, además de la mala redacción por escribir apurada.

Decidí seguir el mismo recorrido que ayer. Caminé lentamente, mirando las casas, las caras de las personas; ya se me había ocurrido, volví a casa pero no tan rápido como el día anterior.

Quería escribir sobre la amargura de la gente, su mal humor... porque cuando estaba afuera y las observaba la mayoría tenía una expresión amarga.

Es decir, ¿de qué se amargan? Hay tantas cosas buenas y ellas viven apesadumbradas; yo tenía una tía así, jamas sonreía y me quedó esa imagen... siempre con cara larga...
Me preguntaba: ¿Por qué la gente se amarga? ¡Hay tantas cosas para alegrarse!