domingo, 30 de noviembre de 2008

SOBRE UNA NOTA PUBLICADA EN adnCULTURA

El sábado 29 de noviembre la revista adnCultura del diario La Nación (Argentina) publicó como título de tapa la nota "¿Se puede enseñar a escribir ficción?" firmada por la periodista Adriana Schettini. En ella distintos escritores de merecido reconocimiento (Abelardo Castillo, Liliana Heker, etc) responden la pregunta desde sus experiencias como escritores y coordinadores de talleres. Si bien no disiento con las cuestiones centrales de sus opiniones, pienso que su visión de estos espacios es limitada ya que consideran solamente los talleres literarios a los que asisten personas que han tomado la decisión de ser escritores. Sin embargo, sabemos que este universo es más vasto y heterogéneo; por eso la nota me suscito la reflexión que transcribo más abajo.

Para leer ¿Se puede enseñar a escribir ficción? de Adriana Schettini clikea acá:
http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1074237&origen=premium

PORQUÉ COORDINO TALLERES LITERARIOS

Hace más de veinte años que coordino talleres literarios: talleres en mi casa, institucionales, para docentes de primaria y secundaria, para chicos y adolescentes, para pacientes psiquiátricos, para adolescentes en situación de vulnerabilidad social, para personas que solamente desean escribir, y además, intenté en mis 30 años como profesora transformar en un taller literario mis horas de Lengua y Literatura, a pesar de las dificultades para lograrlo que me interpuso siempre la estructura del sistema educativo Por otra parte, me especialicé en didáctica de la escritura, tema sobre el que publiqué un libro, varios trabajos y por el que soy convocada en congresos y seminarios. Pero sobre todas las cosas soy escritora, escritora de ficciones, más precisamente de cuentos. Por todos estos motivos, leí con mucho interés la nota de tapa publicada en adn Cultura del sábado 29 de noviembre titulada ¿Se puede enseñar a escribir ficción? y cuando terminé de leerla sentí que había quedado afuera del trabajo aspectos importantes sobre la inquietud que mueve a la gente a asistir a un taller, qué es lo que puede hacer el coordinador de un espacio de esas características con esa inquietud y la incidencia en el desarrollo de los talleristas de la motivación que lleva a alguien a coordinar un taller literario y no otra actividad con el fin de obtener ingresos económicos, ya que supongo que también se trata de eso.

Hay una enseñanza que me dejó mi trayectoria como docente de escritura creativa (aunque no me convence esta denominación): para cualquier persona la experiencia de escribir es trascendental en el sentido de que el lograr decir, el poder darle forma por escrito a una idea, la transforma. Hay algo propio que se materializa, que sale a la superficie para tomar cuerpo y poder ser compartido. Pero antes de llegar a eso, cada uno transita por el proceso de escribir, que entre otras cosas, implica discernir lo que se desea decir y desde este punto de vista, no solo para los escritores, ese camino lleva a verdaderos descubrimientos. Desde esta perspectiva, la palabra escrita es instituyente de una especie de nueva identidad: las personas pasan del silencio al decir; al poder imaginar; a reconocerse y ser reconocidas por lo que escriben.

Por eso, al contrario de lo que le sucede a Abelardo Castillo, me interesa que a los talleres que organizo asistan personas que no tienen la aspiración de ser escritores, sino simple y sencillamente que se acercan con el deseo de escribir, de ver qué pasa, cómo es eso, esa inquietud por sí misma indica que tienen algo para transmitir. ¿Son Faulkner, Conti, Mansfield, Woolf? No, pero son personas con derecho a la palabra escrita, y que como todos cuando nos dan la oportunidad, con algo para decir. ¿Serán publicados? ¿Se convertirán en clásicos? Improbable, pero han logrado trascender su propia historia, la historia de la literatura y los mandatos del sistema educativo que afirman que escribir es para algunos pocos.


Es cierto, como lo describe la nota, que hay miles de talleres literarios pululando por ahí; esos talleres anónimos, que venden gato por liebre, coordinados por desconocidos que con frecuencia no han transitado ellos mismos la experiencia de escribir un cuento; sin embargo, están poblados por personas que desean disfrutar del placer de escribir y no de ser escritores, de otro modo hubieran elegido el espacio de algún autor reconocido; ese es el universo que me pareció ausente en el artículo y que creo que vale la pena recorrer.


¿Se puede enseñar a escribir ficción? Pienso que lo que no se puede es enseñar a ser un gran escritor, un escritor significativo, porque como bien dicen los escritores entrevistados en la nota, eso depende de la mirada, de la vida, de la experiencia de cada autor, de cuestiones que trascienden lo técnico; pero es posible generar un espacio de lectura, de escritura y de reflexión para que las personas se apropien de la palabra escrita. Y eso, al menos para mí, vale la pena.