martes, 30 de septiembre de 2008

TEXTOS CON SORPRESAS

Ilustraciones:
El anterior es un cuento producido en una reunión de taller donde les propuse a los chicos que escribieran un texto incorporando los objetos que iba sacando de una bolsa. La propuesta se desarrolla de la siguiente forma:


Los chicos comienzan a escribir libremente, pero a medida que descubro los elementos que están en bolsa los deben incorporar al texto. No se trata simplemente de escribir el nombre del objeto, aunque también es posible, sino ampliar sus sentidos a lo que éste sugiere; por ejemplo, una taza puede despertar las palabras café, merienda o quizás los chicos prefieran tomar para su escrito el dibujo que decora la taza.


La elección adecuada de los objetos es importante para que realmente abran posibilidades interesantes en el texto. En principio, no deben pertenecer al mismo campo semántico; es decir, si se presenta una lapicera, no es conveniente exponer luego un cuaderno o una cartuchera porque esta secuencia predeterminará en gran medida el universo del texto. Por el contrario, es conveniente elegir elementos que originen palabras de campos semánticos distintos para que sea la trama del texto (la imaginación de los chicos) quien los vincule. También es posible mostrar objetos que produzcan sonido u olores, como en esta oportunidad que hice tintinear un llavero.

La necesidad de incluir los objetos a medida que se presentan lleva a que los textos vayan cambiando de rumbo internándose en situaciones imprevistas; por eso una de las dificultades que presenta la propuesta es la de mantener la coherencia de la historia que con frecuencia se pone en riesgo.

Con esta técnica se obtiene un texto rápido, sin demasiada elaboración, que es la materia prima para obtener un texto definitivo luego de un trabajo posterior.

Cuando después los chicos comparten la lectura de sus escritos es interesante que observen el modo en que para cada uno de ellos cada objeto tomó un sentido diferente dando como resultado trabajos muy distintos y la nueva dirección que cada elemento le imprimió al texto.

En esta ocasión los objetos que les presenté a los chicos fueron:


  • un collar de piedras facetadas rojas

  • un llavero

  • un Documento Nacional de Identidad


El siguiente es el primer borrador escrito por Gabriel:












































jueves, 25 de septiembre de 2008

PRESENTACIÓN DE "EL ROBO" DE LETICIA WALTHER

Por Tununa Mercado.

En el edificio de la literatura argentina, superpoblado de escritores viejos y jóvenes, hombres y mujeres, los espacios están hacinados de libros. Son miles de ejemplares que cubrieron alguna vez profusamente las mesas de las librerías, para luego pasar a los estantes y después desaparecer en los sótanos, también atestados. Siempre habrá sin embargo en esa gran casa un espacio para el libro singular, esa misteriosa construcción individual que se juega la vida para estar allí, más allá del deseo o voluntad de resonancia de quien lo ha escrito. El libro de Leticia Walther es ya un objeto autónomo que hoy comienza a hablarnos. Es bueno señalar que mucho tiene que ver en esto un editor como Juan Carlos Maldonado, capaz de apostar a lo nuevo, al primer libro, así como también al libro que se ha traspapelado en la gran biblioteca y busca volver a salir, renovado.


No conocía a Leticia Walther cuando nos encontramos en el café junto a la Biblioteca Nacional para que ella me entregara su texto. Ella fumadora, yo tabacofóbica, gané la partida y nos sentamos en la zona para ella prohibida. No fue estrictamente un encuentro literario, sino un intercambio de historias, como si en ese comienzo de amistad las dos hubiéramos preferido el drama personal para presentarnos. Si algo percibí en aquel encuentro con Leticia fue humanidad, en el sentido más laico de la palabra, una humanidad cuyos núcleos no se mostraban para dar lección o buen ejemplo, sino de esa manera tácita, natural, que tienen quienes saben prodigarla sin que se note.


Busco una imagen para describir el modo de narrar en estos cuentos. Línea estable, sin convulsiones, neutra por vocación de despojo, apostando a que la historia sostenga su efecto dramático sin otro recurso que el acontecimiento. No se espere un estallido volcánico. Si en “Aire”, el primer cuento, se busca el estertor de la asfixia, no se lo tendrá explícito. Entraremos en una zona desesperanzada, esa medianía que suele ser destino inmodificable, sin adjetivos, sin metáfora que venga a auxiliar la nada que se ha instalado desde las primeras líneas. Una nada que es en verdad todo: la persecución, la locura, la rebeldía solitaria. Hay un trasfondo: lo social; un punto de referencia que parece sostener la evolución del narrador que se desplaza, lo social como una viga o columna, pero no mucho más, para no violentar la opresión que se genera en el espacio cerrado, sustraído a la realidad. Se necesita mucha confianza en el ser humano para atribuirle un acto de libertad en esa condición de encierro. Pero ese espacio, los espacios clausurados de Leticia Walther, no tienen “puertas” providenciales, éstas aparecen por un rapto liberador del espíritu o de la conciencia. Es ese rapto lo que justifica el tenue transcurso narrativo, la fuerza que tensa la línea y la hace vibrar sin desgarrarla. Y aun cuando la decisión de romper, liberar o actuar, en algunos textos esté ausente, se hace presente por su contraparte, la inacción, la incapacidad de dar un paso hacia el otro., como si lo inalcanzable se forjara a conciencia.


El equilibrio entre avance y retención que modula el transcurso es la condición del cuento. Esa es la manera de narrar para Leticia Walther: un tono menor, en el sentido musical del término, que sostiene un desolado dramatismo. No habrá una resolución canónica, un corte tajante. Pero si un estado de inercia espiritual que sólo cambia de registro cuando irrumpe la crisis. Quien narra de un cuento a otro, en una especie de gesto unitario, padece la desocupación, la soledad, la injusticia, vive en el tenebroso mundo de los despojados. Son seres de la oscuridad, desvitalizados socialmente. Cuando la expectativa de una redención aparece, como en el caso de la desempleada que acepta vender enciclopedias, la oferta contradice lo que ella piensa y desea y, por un efecto acumulativo de rechazo, la ruptura se produce con un exabrupto, el único modo de recuperar la condición de persona.


Reconozco que resulta difícil aislar el sentido de este libro sin apoyarse en los textos, y que se corre el riesgo de enunciar abstracciones. Prefiero rescatar el trasfondo de una posición de escritura que yo llamaría ético, que sustantiva un cambio de rumbo por un acto de libertad, que desarma lo establecido sin otro beneficio que la complacencia en el gesto autónomo. En las historias de Leticia Walther los núcleos que destraba son los escollos del cuento clásico: la fatalidad de la repetición se quiebra por un hecho disruptivo imprevisto; un chico de la calle se fuga como un ángel chagalliano en las calles de Buenos Aires y se libra de su perseguidor; una muchacha sin edad, uno de esos seres diferentes que socialmente cargan el mote de retraso mental, se hamaca y contagia con su acto a una marginal desangelada; un hombre quiebra la imposibilidad de bailar de una mujer, la hace volar, para seguir con la imagen del vuelo como forma de libertad.


Sin embargo, pese a estas reconversiones del destino, en apariencia tenues, pero de carácter transgresor, lo político real, están allí para recordar su implacable poder de destrucción. En la situación límite, la muerte, no hay espacio para elegir. Esa frontera, que es el duelo por la tragedia argentina, sólo puede ser atravesada por la escritura.


Milagrosamente, aún en la muerte, en la doble muerte de la víctima maniatada, la imagen final es el mundo, un mundo que puede ser reconstruido en algún lugar. Ese es el mundo de Leticia Walther, la humanidad que descubrí en ella cuando la conocí y que este libro nos transmite, inaugurando una obra.


martes, 23 de septiembre de 2008

¿Me dejan ver la tele? (continuación de la entrada anterior de Diario de Aula)



"La previa"
Al fin los chicos de 1º de Polimodal vieron el capítulo de Cold Case que habíamos convenido. Digo "al fin" porque no fue sencillo llevar adelante la propuesta. En realidad, el asunto da para pensar algunas cuestiones previas al tema específico de la enseñanza de la literatura.
La primera dificultad fue la resistencia de los chicos a realizar una tarea que no respondía a los criterios habituales: ¡Cómo que hay que mirar televisión! Surgieron una serie de excusas para no cumplirla, hasta hubo chicos que a pesar de tener TV por cable, para hacerme desistir, negaron estar suscriptos al servicio. Me parece que el mayor problema era que se trataba de una actividad que los obligaba a programar, a proponerse estar frente al televisor a un horario prefijado, y a permanecer allí hasta el final. Realmente creo que para los adolescentes, al menos con los que trabajamos en las escuelas estatales de la provincia de Buenos Aires, este tipo de previsiones demanda un esfuerzo importante, porque les resulta difícil anticipar que van a hacer el minuto siguiente. Otro obstáculo que apareció era tener que pedir al resto de la familia el televisor en el horario central de la noche ¿cómo decirles a los padres que dejaran de ver el programa que miran habitualmente? El que se tratara de una tarea de la escuela, al menos en la percepción de algunos chicos, no era un argumento suficientemente fuerte, hacía falta cierto valor para plantearle a la familia la ocupación del televisor. Por último, fue notorio que para muchos chicos resultaba una novedad ver un programa con una actitud alerta, realizando un esfuerzo de interpretación. Según lo que contaron, ellos se "tiran" frente a la TV dejando correr las imágenes, de ahí que eligieran los programas a los que me referí en la entrada anterior de Diario de Aula. Para la mayoría de los chicos la televisión es fundamentalmente una fuente de emisión de imágenes y no de contenidos.
Menciono estos aspectos que antecedieron a la tarea porque me parecen importantes para advertir como con frecuencia un trabajo requiere la preparación de las condicones previas para poder realizarlo. Lo que esto nos demanda es que ampliemos nuestro papel de profesores de una materia en particular para comprender que la construcción de esas condiciones también generan aprendizajes significativos: no se puede negar la conquista que significa para un adolescente, que no cuenta en su casa con el apoyo necesario para estudiar, lograr ocupar el televisor a la hora en que lo necesita.

¿Y si me equivoco?
En realidad, el primer capítulo que les encomendé ver a los chicos, no lo vieron más de cuatro alumnos de cada curso, fue así que al indagar los motivos del incumplimiento me enteré de las dificultades descriptas anteriormente. Igualmente, este intento fallido fue útil porque el comentario de los alumnos que lo habían visto, entusiamó al resto.
Al lunes siguiente todos habían realizado la tarea. En el episodio, titulado "Familia 80180" se investiga el asesinato de un hombre en 1945. El hombre, nacido en Estados Unidos, pero descendiente de japoneses, como consecuencia de la invasión de Pearl Harbor es obligado junto a su familia a desalojar su hogar para ser internado en un campo de concentración, junto a otras personas del mismo origen. El tema del capítulo es la discriminación, aunque también se cruzan otras problemáticas.
A pesar de la ausencia casi absoluta de información contextual (conocimiento sobre la Segunda Guerra Mundial, participación de EE.UU y Japón, Pearl Harbor, etc. ) los chicos pudieron interpretar la historia en su significado más literal y en algunos de sus sentidos más importantes; sin embargo, no logramos debatir sobre las cuestiones que planteaba el capítulo. Pienso que en ese aspecto existió un error de mi parte, ya que suponiendo que la discusión se iba a producir espontáneamente no preparé ninguna actividad específica para promoverla. Y no, los chicos no
llegan a 1º año del Polimodal con la experiencia de debatir, de problematizar lo que ven. Por otra parte, creo que también tienen mucho miedo a exponerse y sobre todo a equivocarse frente a un profesor, a no decir lo que éste espera.
A pesar de esto, como se observa en los textos que escribieron posteriormente, los alumnos tomaron partido sobre lo acontecido en la historia identificándose con la postura de algunos de los personajes e inclusive presentando matices en sus pensamientos y conductas que en el capítulo no estuvieron presentes.
Los textos de los chicos
Tengo una resistencia feroz a darle a los chicos cuestionarios, opino que cualquier actividad por más interesante y entretenida que haya sido, queda destruida en el momento en que le pedimos a los alumnos que respondan un cuestionario o realicen una guía. Además ellos ya los están esperando: después del cuento viene un cuestionario; detrás de la novela también; hasta después de una poesía les enchufamos un cuestionario. Me parece que estás actividades desalientan cualquier entusiamo por la lectura. Además, todos esos listados de preguntas, en general se dirigen a aplicar conocimientos teóricos a un texto en particular. Pero lo que a mí realmente me interesa es la apropiación, el sentido personal que cada chico le encontró a lo que leyó; en todo caso los conocimientos teóricos deben ser una herramienta para realizar una interpretación más profunda de los textos; es decir, los contenidos están al servicio de la lectura y no al revés, como suele suceder.
Por esta causa, la actividad que les propuse sobre el episodio que habíamos visto fue Escribir un monólogo que expresara el pensamiento de alguno de los personajes.
La mayoría de los chicos se identífico con el joven, hijo del hombre asesinado, que contra su voluntad se alista en el ejército estadounidense a instancias de su padre que suponía que de este modo los norteamericanos lo reconocerían como conciudadano. El muchacho muere en combate, enemistado con su padre. Los otros personajes elegidos fueron el protagonista y su esposa.
En los textos, los alumnos hacen que tanto el padre como el hijo se arrepientan de haber tenido posturas tan extremas que los hayan llevado a distanciarse, ambos imaginan un futuro de reconciliación. Todos los alumnos condenan la decisión norteamericana de haber evacuado a los descendientes de japoneses y aparecen opiniones contrarias a la guerra en general.
Respecto a la redacción de los textos lo que más se destaca es la fractura entre el nivel del contenido y el de la escritura, como si los monólogos fueran pensados por adolescentes de 16 años, pero escritos por niños de 1o, ya que muchos de ellos presentan serios problemas de cohesión, que supongo que son producto de la falta de una práctica continuada de la escritura. Sin embargo, los textos denotan un esfuerzo importante por mantener la coherencia y expresar los sentimientos e ideas de los protagonistas, esto hace que muchos de ellos sean más extensos de lo que esperaba, ya que en general a los estudiantes les cuesta desarrollar sus ideas.
Durante la escritura del primer borrador fue necesario que trabajáramos grupalmente la cuestión del tiempo porque muchos chicos querían abordar en un mismo monólogo toda la historia narrada en el episodio, por ejemplo, en el inicio del monólogo el joven expresaba el conflicto que le generaba alistarse, pero al final del texto ya estaba en el frente combatiendo. Este tema debe representar para algunos alumnos una dificultad importante porque a pesar de haber sido trabajado particularmente reapareció en los escritos definitivos que presentaron.
Quizás la propuesta no produjo los resultados que esperaba, sin embargo pienso que significó un aprendizaje tanto para ellos como para mi. Los chicos tuvieron que responder a una interpelación diferente a la que están habituados; mirar y escuchar con propósitos definidos; vincularse con la TV desde otro lugar; ganarse un espacio en la familia, escribir poniéndose en lugar de otro. Quizás uno de los resultados más visibles de lo que implicó la actividad es que algunos chicos se hicieron espectadores habituales del programa, lo que habla de un cambio de intereses frente a la oferta televisiva.
En cuanto a mí, todo el proceso que llevó la actividad me enseñó a secuenciarla para la próxima vez, a descartar todos los supuestos.

Leé otro monólogo escrito por los chicos:


















































































domingo, 14 de septiembre de 2008

¿SOY LA QUE ESCRIBE O LA QUE ENSEÑA?

Desde que se recibió, hace dos años, Valeria es maestra de 1º grado. Le gusta escribir y hace tres años publicó un libro de poemas muy interesante; además escribe poesías infantiles, aunque todavía no se animó a leerle alguna a sus alumnos. Se acercó al taller porque le interesa profundizar el trabajo de escritura con los chicos.
Durante varias semanas trae a cada reunión consignas que ha sacado de los cursos que realizó o de algún libro para preguntarme qué me parecen. Todas ellas se proponen "motivar" que los chicos escriban. Algunas parten de la lectura de un texto, otras se basan en concepciones más lúdicas y entonces estimulan la combinación de palabras y/o universos pertenecientes a campos diferentes, otras presentan imágenes sugerentes que lleven a los chicos a inventar alguna historia; en fin, toda una tecnología de la motivación para que los alumnos encuentren qué escribir.
Al respecto se pueden realizar algunos comentarios:
En primer lugar, pareciera que todas estas consignas se basan en el supuesto de que la "escritura creativa" es sinónimo de narración fantástica; se diría que casi, casi, para los autores de estas propuestas existe solo este tipo de texto, y que la creatividad y la imaginación se ponen en juego exclusivamente cuando se cuenta sobre hombrecitos de agua; hormigas que navegan por el mar y vientos que se portan mal. O lo que sería más preocupante, que solamente ésta es la clase de literatura que atrae a los más chiquitos.
El segundo aspecto, el que más me interesa, es que pareciera que toda la parafernalia que se ha desarrollado en las últimas décadas para que los estudiantes escriban, desconociese que los chicos tienen sus propios intereses, deseos, cosas que les pasan, que ven, que sienten para volcar sobre el papel y que además vale la pena que ese universo sea expresado y compartido a través de la escritura. No estoy afirmando que el tipo de propuesta que menciono no origine con frecuencia producciones interesantes, que ponen en movimiento estrategias que implican un aprendizaje, que en muchos casos son entretenidas para los chicos y que posibiltan que éstos se relacionen de una manera más placentera con la escritura que la que experimentábamos nosotros cuando nos pedían que escribiésemos redacciones que venían con el título puesto, pero no son medulares porque para que la escritura se convierta en una experiencia vital y transformadora debemos sentir que nos es útil para decir lo que es importante para nosotros. Y esto abarca desde una poesía hasta la investigación de un tema que nos interesa o nos preocupa.
Valeria esto lo reconoce por su experiencia como escritora; sin embargo, su conocimiento personal queda anulado, sepultado debajo de la montaña de "actividades sugeridas" que brindan los textos y las capacitaciones y que ella aplica no solo sin tener claro los objetivos, sino también sin quedar satisfecha con los resultados.
Por eso le pido que piense en su escribir: ¿Qué es escribir para ella? ¿En qué ocasiones siente necesidad de escribir? ¿Cuándo escribe? ¿Sobre qué escribe?
Estas son algunas de sus respuestas:

¿Qué es escribir?
-Consuelo
-Descarga
-Belleza
-Juego
-Expresión de mi personalidad
-Volcar mis emociones

¿Qué hago para escribir?

-Vivo

-Me conecto con mis emociones

-Pienso cómo expresar lo que siento en forma bella

-Releo, busco mejores palabras para expresar lo que siento

-Leo literatura que me impacta

A partir de sus respuestas pudimos ver que la escritura para ella no surgía de una motivación externa, sino que se originaba de la necesidad de contar lo que vivía, que esto no implicaba que necesariamente se refiriera siempre a sí misma, sino que podía escribir sobre situaciones de las que era testigo, que les pasaban a otros, pero que en última instancia también le sucedían a ella en la medida que la conmovían y la conducían a escribir. Ahora bien, buscar y elegir las palabras implicaba discernir lo que sentía, pensaba y deseaba decir. Era mirarse.
Cuando analizamos a la luz de estas ideas las actividades que les proponía a sus alumnos, comprobamos que ninguno de estos aspectos que para ella eran tan definitorios de lo que significaba la escritura estaban presentes. Había dos Valerias: una era la que escribía; otra la que enseñaba a escribir, en consecuencia también disociaba el objeto de enseñanza del objeto enseñado, ya que una era la escritura y el proceso que ella vivía como escritora y otros los que proponía a sus alumnos. El desafío es poder trasladar a su propuesta didáctica su experiencia de escritora, acercando ambos objetos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

CUANDO LAS MUJERES NO EXISTÍAMOS


Ayer durante la cena Nahuel, mi hijo de 8 años, cuya cabecita puede recorrer caminos inesperados, me dijo:
-¿Te imaginás mamá que genial sería que San Martín viviera hasta ahora?
Y mientras se metía un puñado de papafritas en la boca continuó con su reflexión: "todas las mujeres gustarían de él, aunque sea viejito ¿no?"
-Sí, supongo que sí, era muy valiente y muy buen tipo- le contesté.
-La profe tiene una foto de la mamá.
-¿De la mamá de San Martín?
-Sí ¿viste que parecía un hombre?
-¿Por qué te parece un hombre?
-No sé, parece un hombre.
-¿Tenía el pelo corto?
Nahuel dice que no se acuerda, pero insiste en que Gregoria Matorras parecía un hombre. Al final comentó:
-Porque en esa época las mujeres no existían.
-¿Cómo que no existían las mujeres?- le pregunté asombrada.
-No, no había mujeres.
-¿Vos querés decir que no existían en la historia? ¿que no había mujeres que eran como San Martín, Belgrano o Sarmiento?
-Claro, solamente existían las mamás.
Hago memoria y la verdad es que su conclusión es razonable: nunca la escuela le ha presentado una mujer como partícipe de ningún hecho histórico; esta referencia de su maestra actual a la mamá de nuestro Libertador es la primera que escucha sobre alguna dama del pasado. Y esta mujer solo es traída en su función de madre.
Entonces le pregunté:
- ¿Cómo se llama la calle de tu escuela?
-Manuela Pedraza
-¿Y por qué? ¿Quién fue Manuela Pedraza?
Alzó los hombres, abrió los bracitos y dijo "no sé".
Le conté que Manuela Pedraza había luchado a la par de los hombres, en el mismo regimiento que su marido, para recuperar Buenos Aires cuando había sido ocupada por los ingleses. Él, exponiendo una lógica masculina implacable, luego de escuchar mi explicación, me preguntó:
-¿Y le ganó a los hombres?
-Ella, junto a los otros soldados, le ganaron a los ingleses.
-Ja, ja: les ganó una mujer.
Sugiero un trabajo de investigación para realizar: relevar cuántas veces aparece el nombre de una mujer en las carpetas de Ciencias Sociales de los estudiantes de cualquier nivel educativo, en los libros de texto, en el calendario escolar. ¿Además de las lavanderas de la época colonial y de las anónimas damas_salvo Mariquita Sanchez de Thompson_ participantes de las tertulias, qué otras mujeres son mencionadas? Preguntarnos cuántas veces nosotros, docentes, les permitimos aparecer.
La idea no es nueva ni original; sin embargo parece que continúa siendo necesario hacer conciente esta omisión. Ponerse a trabajar para que el lenguaje nombre lo oculto.
Una propuesta: incluir en los contenidos de Historia de la literatura la lucha de las mujeres por conquistar el derecho a la palabra escrita. En nuestro país tenemos muchos ejemplos.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

"HACIA UNA LITERATURA SIN ADJETIVOS" por María Teresa Andruetto

"La tendencia a considerar la literatura infantily/o juvenil por lo que tiene de infantil o de juvenil, es un peligro"
Este es uno de los interesantes conceptos que desarrolla la escritora María Teresa Andruetto en la conferencia que pronunció en el marco de la Jornada de Literatura Infantil y Juvenil realizada el 5 de julio de 2008.

Para leer la conferencia completa hacé clic en el vínculo:
http://revistababar.com/web/index.php?option=com_content&task=view&id=876

martes, 2 de septiembre de 2008

¿Qué alumnos se imaginan los docentes?

Luego de tres meses de licencia porque adopté a mi hijo, regresé a mis clases de 1º año del Polimodal en una escuela de la provincia de Buenos Aires. Uno de los cursos no ha tenido suplente; en el otro me reemplazó una colega de la misma escuela. Los chicos me ponen al día: han comenzado a leer "El retrato de Dorian Gray", supuestamente ya van por el tercer capítulo. Les pido que me cuenten lo que han leído hasta el momento. Muy tímidamente una chica comenta que se trata de un pintor que pinta siempre el mismo retrato. Como veo que de ahí no podemos salir, les pregunté:

- Pero ¿leyeron algo?

-Sí profe, pero no entendí nada.

-Yo empecé, pero me aburrí porque era muy difícil.

La verdad es que mis alumnos tienen razón: la novela (que personalmente me gusta) utiliza un lenguaje que para ellos es engorroso, a eso se le suma el desconocimiento que tienen del contexto en que se desarrolla. Conociendo lo poco amigable que les resulta la lectura, yo jamás hubiera elegido esa novela. Para mí, que sé que los adolescentes del sector social con el que trabajo no provienen de familias lectoras y carecen de estímulos para leer, el primer objetivo continúa siendo que descubran el placer por la lectura. Esto no significa que las obras no sean de calidad o infantiles, o que no impliquen un desafío, sino que deben tener un grado de dificultad que no se las vuelva inaccesibles.

La compañera que me reemplazó opina diferente, ella cree que la escuela es la única oportunidad que los chicos tienen de leer los textos "consagrados", "la alta literatura", para decirlo de alguna forma. Siente que al proponerles a sus alumnos esos textos, está cumpliendo con su misión, no se pregunta qué pasó entre los chicos y el libro, o cómo esa lectura forzada desalienta lecturas posteriores.

Les pregunté a los chicos si habían leído alguna novela. Negaron con la cabeza y uno solo respondió:

-¡Sí! Romeo y Julieta. También la actuamos.

Para rescatar: una de sus compañeras le respondió que "esa" no era una novela, sino una obra de teatro.

Quise explorar qué experiencias previas de narratividad tenían y me pareció que quizás podía partir de algo que estuvieran viendo en la tele. Por eso les pregunté qué programas miraban.
Surgió la siguiente lista:

-Los Simpson.


-100 % lucha.


-El Chavo del 8


-Casi ángeles


-Policías en acción.

Como se observa, salvo el último, son programas pensados para chicos varios años menores que ellos, que tienen 16. Programas que a excepción de "Casi ángeles", no implican continuidad, ya que cada emisión presenta una situación diferente; todos ellos caricaturescos.

Pero este listado más que llevarme a pensar en los chicos, me hizo reflexionar en nosotros, los docentes:


  • Pareciera que nos dirigimos a adolescentes que solo existen en nuestra imaginación. Les hablamos a chicos lectores de Oscar Wilde, cuando en realidad solo acceden a relatos fragmentados, visuales, con guiones empobrecidos... Les hablamos a los alumnos que deseamos, no a los que tenemos.

  • ¿Es suficiente para que quedemos satisfechos, tranquilos con nuestra tarea, el que nosotros hayamos "dado" una lectura, un tema, un contenido, más allá de lo que haya pasado con los chicos?

Y el desafío didáctico:



  • ¿Cómo trabajamos para que los chicos comiencen a ver en la tele programas de mejor calidad? ¿No debe ser este también un objetivo? Un objetivo ¿previo? ¿simultáneo? a la lectura de una novela.

  • ¿Cómo pasamos de "100% Lucha" a la lectura de una novela? ¿y qué condiciones debe tener esa novela? ¿Hay un paso intermedio?

Preguntas que iré respondiendo con mi práctica y con la ayuda de los chicos.


Una conclusión, que aunque lo parezca, no creo que sea elemental: para pensar cualquier propuesta en el aula debemos reconocer a nuestros alumnos. Reconocerlos es respetarlos, pensar en ellos para poder habilitarles los mejores caminos para aprender y crecer.


Ese día, para comenzar a andar otro camino, les pedí que para la próxima clase vieran la serie "Cold Case" (Caso Cerrado, Warner Channel, lunes 21 hs.) Elegí ese programa por el interés de los temas abordados (en una gran parte vinculados a los jóvenes y a las minorías), la calidad de sus guiones y su estética que no es habitual en la TV. Sé que mis colegas, cuando se enteren, me van a criticar. Y por supuesto, suspendí la lectura de "El retrato..." hasta que elija otra novela.


Ya les seguiré contando cómo me ha ido con la experiencia.

Para saber algo más de la serie Cold Case:

http://es.wikipedia.org/wiki/Cold_Case

http://www.wbla.com/#24